Momo

03.07.2013 19:02

Momo. Pequeña y libre adaptación (junio 2013)

 

Anochece en la ciudad, fría, oscura, inhóspita. Los hombres de gris han salido del libro, han invadido el mundo y lo dirigen, comen nuestro tiempo haciéndonos producir. Momo se ha hecho mayor. La soledad engendra alivio y desazón.

La gente sale de su trabajo y sube al autobús con desesperanza, no hay ilusión, sólo fracaso. No saben cuánto tiempo podrán seguir viviendo como hasta ahora, siguen su día a día, a sabiendas de que cada vez les queda menos tiempo, con la cotidianeidad de saber que todo tiene un final, confiando en que todo sea un error, que no sea para tanto, pero con el temor recorriendo su espina dorsal.

El aire se hace irrespirable en determinados días, en las noticias dan información de las precauciones a tomar para salir a la calle, este presente y el inmediato futuro se han convertido en una mala película de ciencia ficción.

Este país donde creíamos vivir a salvo se ha deshumanizado, la gran cloaca no ha sido capaz de tragar toda la mierda y al final ha salido a flote, para conocimiento de todos sus ciudadanos que perplejos asisten a un desfile de corrupción televisada.

Las manifestaciones sirvieron para reflejar el descontento. El sistema lo asumía, lo deglutía y hacía oídos sordos. Había personas que optaban por salir a luchar, otras dejaban que el tiempo pasase sin darse cuenta que se lo estaban robando, cada vez tenían que trabajar más tiempo para ganar lo de antes, vivir era cada vez era más costoso.

Otras simplemente no hacían nada, la desesperanza se apoderaba de estas últimas, sin embargo no eran capaces de moverse fruto del hastío que les producía ver el circo mediático en que se estaba convirtiendo la vida, les paralizaba y dejaban el tiempo pasar, eran conscientes de que el mal está ahí, manifestándose de diferentes maneras encauzándose en personas tóxicas que lo dejaban salir para su disfrute, les crecía saberse hartos de poder a costa del sufrimiento ajeno, les divertía y lo paladeaban… Y aun así la apatía era palpable, lo peor era la desesperanza que los inducía al suicidio psíquico para terminar en el peor de los casos en el físico.

El rico cada vez era más rico, a costa del salario de los trabajadores y la desesperanza de los parados.

El poder se sustentaba de dinero, el cual necesitaba el tiempo de las personas, exigía sus vidas y su pensamiento, todo sonaba como un triste réquiem para la clase obrera que parecía haber dejado de luchar.

Metrópolis era una película, eran otros tiempos, no volverán… demasiado futbol, demasiado entretenimiento y poca sustancia.

La gente vendía su alma para no estar fuera del sistema, eran capaces de todo, la traición, la acusación en falso, la mentira y ante todo la crueldad, el cinismo y la deshumanización, todo con tal de caer bien al poderoso para arrimarse a su fétida sombra, sin ser conscientes de que ellos como insectos en la red de la araña también caerían.

No estábamos tan lejos de aquellos primeros tiempos del cristianismo, ni de aquel Jesús crucificado por culpa de los de su misma especie, de mano de un Judas con sus múltiples caras, formas y oficios…

Muchas señales avisaban de que estábamos perdiendo el tiempo, pero no supimos interpretarlas, los hombres de gris, que pasean con sus trajes, y con sus maletines, nos hablan de la bolsa, nos hablan de economía, de primas que no conocemos y de cosas que no entendemos, se nos están comiendo nuestro pasado y nuestro futuro.

La tortuga lo observa todo, se mete en su caparazón y espera a que escampe. No sabemos a ciencia cierta cuando todo esto empezó, quizá desde el inicio de la humanidad. Sólo esperamos poder pararlo y contamos contigo.

Inspirado en el libro de Michael Ende: Momo.

Diana Murillo. (vocal del comité de TUZSA por IA-CUT)